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Gloria Marín Ruiz, una de las pocas científicas peruanas con una especialización en sismología en Japón.

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

En Bambamarca, “en las noches de cielo despejado, mi papá nos sacaba de la casa para mirar juntos las estrellas”. Gloria Marín Ruiz explora con afecto sus recuerdos de infancia, en Cajamarca, y encuentra en esos pequeños detalles de la vida familiar los inicios de su apego por la ciencia.

Licenciada en física pura, el viaje de Gloria comenzó en la década de 1960, mucho antes de que aprendiera de memoria la fórmula de la velocidad (v=e/t). “Mi papá nos hablaba de astronomía, de las constelaciones; veía un punto luminoso y me decía: Mira, hija, ese es el lucero del Sur”.

Graduada en la Universidad Nacional de Trujillo (UNT), Marín Ruiz es una de las pocas científicas peruanas con una especialización en sismología por el Instituto Internacional de Sismología e Ingeniería Sísmica de Tsukuba, Japón, la Ciudad de la Ciencia.

Una ventana al mundo

Con un conjunto azul eléctrico para una entrevista por el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, Gloria da su testimonio con palabras sencillas. Ella, más que nadie, sabe que aun las materias más complejas se hacen accesibles cuando se habla fácil.

“En casa se leía Selecciones”, relata la científica. La familia había tomado una suscripción a la emblemática publicación del Reader’s Digest y todos los meses abría esa ventana hacia los nuevos descubrimientos de los países avanzados, a la exploración del espacio, a los hallazgos de la arqueología.

La sumilla que preparó el Instituto Geofísico del Perú (IGP) para reconocer a sus científicas esta semana dice brevemente: “Gloria Marín Ruiz fue una de las primeras mujeres en estudiar sismología en el Perú y en ser responsable de la Oficina Desconcentrada del IGP-Chiclayo”.

“Todo entra por los ojos”

Segura y directa, Gloria no rehúye las preguntas sobre la distancia entre los peruanos y la ciencia. “Cuando un niño, una niña, les dice a sus padres ‘Quiero hacer una carrera de ciencias’, ellos se sorprenden porque existe la idea de que todos debemos ser médicos, abogados, ingenieros”.

¿De dónde brota esa sorpresa, que también podría ser desagrado? “Bueno, usted sabe, ningún científico se ha vuelto rico en el Perú”, responde Marín, sin ocultar la sonrisa. “La ciencia demanda mucho sacrificio, trabajamos 25 horas al día, pero al final sus resultados son lo que más valora la sociedad”.

Otra dimensión del mismo problema está en la escuela. En el entorno de la educación primaria y secundaria –observa Gloria–, los cursos de ciencias son presentados de una forma muy monótona, sin mayor didáctica, y todo eso hace que los alumnos se asusten. El talento se marchita sin haber germinado.

“Pero si nosotros, los docentes, incluyéramos la parte experimental…”. Marín corta la idea para pasar a un ejemplo: en lugar de hablar de terremotos de manera abstracta, podríamos hacer la simulación del fenómeno en clase. “Ya lo han dicho los japoneses: Todo entra por los ojos”.

Las niñas y la ciencia

¿Qué les diría a las niñas que gustan de las ciencias? “Que, si tienen inclinación por las ciencias, las matemáticas, la física, la observación, el raciocinio, hagan suya esa habilidad y la desarrollen; visiten instituciones como el IGP que allí les vamos a mostrar lo que hacemos”.

“Hay varias entidades adscritas al Ministerio del Ambiente que también inculcan la ciencia entre niños y jóvenes. El Instituto del Mar del Perú (Imarpe), por ejemplo, hace sus ‘puertas abiertas’ el 8 de noviembre: todo el público puede asistir y ellos explican cuál es su labor”.

Gloria Marín Ruiz no tiene –aun– la fórmula del empoderamiento de la mujer en la ciencia. Pero conoce al menos tres de sus variables: estímulo en la familia, apoyo e innovación en el sistema educativo y trabajo constante.

FUENTE Andina

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